Caraballo no tuvo semáforos, en realidad nunca nos hicieron
falta y ahora menos según me cuentan)
para ver a alguno colgando y con sus tres cambiantes colores si la memoria no
me falla había que irse a Guanabo o a San Jose de las Lajas, pero no es de semáforos
la historia de hoy sino de guaguas y guagueros, de ómnibus y choferes y de eso sí
que teníamos. Por los cuarentas y cincuentas habían viajes directos a la ciudad
de La Habana en guaguas General Motors con espaldares picantes y suspensión de
aire que las hacían bambolearse lateralmente en las curvas como alfombra
voladora mágica rodante, rutinariamente asaltadas en su ir y venir por el
melodioso pregón de el vendedor de Cremitas de Leche que se montaba en Tapaste
y detenidas por diez minutos de parada obligada en la cafetería del Entronque
de Jamaica para saborear sus olorosos suaves y enmantequillados panques de maíz
. El directo desapareció como tantas cosas en los sesentas, mención especial
para su reemplazo, una guagua húngara que hizo su debut con un simbrado general
de toda la anatomía del pasajero debido a la vibración de su motor que tal parecía
que los empastes dentales se te iban a desprender, suerte que no era constante
el episodio vibrador y que se extinguieron pronto por falta de repuestos Las
Leylands Inglesas vinieron a salvar a Caraballo y la ciudad y le dieron transportación
y trabajo a la gente de nuestro pueblo cuantos caraballenses choferes
planchados y con camisa blanca cuello corbata y en sus manos el marco de
aluminio espaldar de cordones plásticos tejidos veíamos salir del pueblo rumbo
a las terminales a cumplir con su turno en la 49 en la 70 la 126 o la 44 esta última
paradójicamente el (nonstop) directo rumbo a la Habana en dirección contraria a
Aguacate, un verdadero viaje infinito de tres horas y media para llegar a la
capital y sin poder mirar para afuera por la tierra roja de sus ventanillas en
tiempo de agua. Con suerte en las combinaciones sensatas y mejor cogiendo el
lado de la sombra, se llegaba a la capital en menos de dos horas, ya allí lo demás
dependía de a lo que se iba, pero con el servicio regular y las confrontas de
madrugada se podía ir al Cine Payret, o a tomarse un helado en Coppelia o ir al
Calixto Garcia a visitar a un familiar o amigo ingresado, siempre en los
primeros viajes con el temor a estar atento a los cambios de luz para cruzar
las avenidas y saber dónde bajar sin GPS ni mapas , solo con la ayuda de la
memoria del guaguero habanero que manejando con un dedo el negro timón y
sentado de medio lado y al cual le habías dicho inquisidoramente ya tres veces
que tu te querías bajar en la parada de El Puente Almendares. Él te miraba por
el espejo retrovisor y te decía .."AQUII Guajiro....." PARA
TERMINAR... .... Fofi y Santica llevaron a su madre Estela la mujer de Santo
Alonso a la Habana a un turno médico, hicieron el viaje desde Caraballo en
guagua y se bajaron en el parque Central, cruzaron Zulueta y se montaron en la
27 en el Hotel Plaza, como nadie le daba el asiento a Estela ella se acercó al más
joven que vio indiferentemente sentado y se dejó caer de fondillo en sus
muslos, funciono y el muchacho galantemente le cedió el asiento, cuando el chofer
les dijo" AQUII". Fofi se bajó por la puerta delantera y Santica por
la de atrás, la guagua arranco y siguió su ruta, fue cuando se dieron cuenta de
que Estela había seguido viaje cada uno pensó que el otro se había encargado de
bajarla, Fofi desesperado pudo conseguir un taxi y se dio a la persecución de
la Leyland, pensaba en lo mal que lo estaría pasando su madre, cuando la
alcanzo EN UN SEMÁFORO EN ROJO subió sudoroso y angustiado buscándola con la
mirada, ella había mejorado su posición y miraba entretenida por la ventanilla
, el la toco por el hombro y le dijo "MAMAA! MAMAAA! ella tranquila le
pregunta..... ES AQUII? Por eso Siempre que los caraballenses viajamos cómodos
tranquilos despreocupados y CONTEMPLANDO EL PAISAJE Decimos que vamos como ESTELA
LA DE SANTO ALONZO.
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