Diminutos, furtivos e
indeseados los guayabitos no eran queridos ni vivos ni muertos en Caraballo. Aún
recuerdo en las noches la luz amarillenta de los focos colgantes proyectando
sus sombras aumentadas en las tablas del techo de lechada blanca, veteado de
goteras, veloces pasar trasladándose por las soleras, y el cruel suplicio
olfativo en su desaparición física por envenenamiento y los desesperados
intentos fallidos para encontrar sus restos en los huecos del piso y las
rendijas de las paredes....
Bolita Carmona bajito
endeble y menudo y con sus pequeños blancos y descalzos pies, a pasitos lentos,
evita las piedras y los charcos de la calle, con un huevo de gallina entre sus
manos, vio, mientras caminaba a la Bodega de Eulogio llegar los camiones cargando
con el parque de diversiones ambulante y que se detuvieron al lado de la
iglesia. Bola se recostó, al mostrador y con voz desfalleciente y temblorosa le
propuso al bodeguero la misma estratégica transacción que solía repetir a
menudo, y que funcionaba de la siguiente manera:
1) Bola propone el
huevo que trae por 3 centavos a Eulogio que aspira a venderlo a 5....
2) Bola compra con el
dinero de la venta 3 centavos de café y azúcar prieta a Eulogio…
3) Bola antes de irse
le pide humildemente a Eulogio si puede regalarle un huevito para el almuerzo
de su mama con la que vive…
Un día después del
arribo de la caravana, todos los aparatos del parque de diversiones estaban
armados, la estrella giratoria, alta e iluminada frente a la puerta de la
iglesia, su punto más elevado al nivel de las campanas de bronce del
campanario, las temibles sillas voladoras, en la esquina que da a casa del
Brujito, casi que en la máxima extensión giratoria de sus cadenas parecen
permitirte en su vertiginoso mareo casi tocar las tejas del portal de la
escuela con la punta de los pies y revolotear sobre las cabezas en círculo de
los de abajo, incluyendo la marmórea cabellera del apóstol en su busto….. el
carrusel de los caballos de madera, rígidos, con riendas, estribos y numerados;
los avioncitos de estáticas hélices de metal y frente a la casa de José
Botellita unos botes ondulantes y propulsados por los tirones de los ocupantes
a dos sogas gordas de la que uno mismo debía, guindarse, para conseguir
columpiarse; el kiosko mágico del algodón pegajoso y dulce de azucar blanca encapullado
con arte alrededor de los palitos de caña brava…. todo listo...
Bola se atrevió a acercarse a los aparatos después de hacerle la misma venta y petitorio del huevito al Doctor Ibarrola al que sorprendió en la acera de su casa tomando el sol, compró media libra de pan en la bodega de Tabito y comenzó a merodear con el huevo de gallina en la mano y el pan debajo de la axila entre los empleados del parque; uno de ellos el que atendía la caseta de tiro al blanco lo llamó y después de una breve conversación se vio a Bolita regresar a su casa con una jaula metálica para cazar ratones. Entró puso el pan como de costumbre dentro una caja de zapatos en la cocina y a su lado la jaula que ya venía preparada.
Esa prima noche entre la música de las bocinas, los ronroneos de los motores de gasolina, los impactos de las pelotas de trapo fofas en la lona lanzadas por nuestro mejor pitcher Sergio el Americano, tratando de tumbar, sin éxito, dos grupos de bolos en pirámide y así ganar una botella de vino, Bolita apareció vestido con camisita blanca y un sombrerito de ala recortada, calzado con zapatos escolares negros, aunque él ya era mayor de 40, buscó a Ernesto, entre el tintineo de los paticos metálicos descascarados y abatidos por los perlasos en la caseta del tiro al blanco y le entregó la jaula con un guayabito dentro.
Bola se atrevió a acercarse a los aparatos después de hacerle la misma venta y petitorio del huevito al Doctor Ibarrola al que sorprendió en la acera de su casa tomando el sol, compró media libra de pan en la bodega de Tabito y comenzó a merodear con el huevo de gallina en la mano y el pan debajo de la axila entre los empleados del parque; uno de ellos el que atendía la caseta de tiro al blanco lo llamó y después de una breve conversación se vio a Bolita regresar a su casa con una jaula metálica para cazar ratones. Entró puso el pan como de costumbre dentro una caja de zapatos en la cocina y a su lado la jaula que ya venía preparada.
Esa prima noche entre la música de las bocinas, los ronroneos de los motores de gasolina, los impactos de las pelotas de trapo fofas en la lona lanzadas por nuestro mejor pitcher Sergio el Americano, tratando de tumbar, sin éxito, dos grupos de bolos en pirámide y así ganar una botella de vino, Bolita apareció vestido con camisita blanca y un sombrerito de ala recortada, calzado con zapatos escolares negros, aunque él ya era mayor de 40, buscó a Ernesto, entre el tintineo de los paticos metálicos descascarados y abatidos por los perlasos en la caseta del tiro al blanco y le entregó la jaula con un guayabito dentro.
El caballitero se llevó
a Bolita al carrusel lo sentó en un caballito y lo dejó dando vueltas y feliz
con sus pies en los estribos, sonriente y las riendas bien sujetas...... después,
Ernesto el caballitero le entregó la jaula a otro empleado en una carpa de
techo cuadrado, próxima a las sillas voladoras, que en su centro tenía una mesa
redonda con un circulo de gaveteros numerados y un pequeño orificio debajo de
cada número, que corrían del 1 al 35, del techo colgando de un cordel de pita
que rodaba por una roldana de metal una caja transparente y fondo deslizante,
con una puerta lateral por donde se reintroducía al minúsculo roedor, entrado
en la última gaveta ganadora (así era el proceso). Un estante de tablones escalonados
de premios expuestos, portaretratos, tasas, vasos, adornos, de mesas de centro,
calderitos de hierro fundido y, botellas de licor, hacia uno de los lados; y
los otros tres lados con mostrador y números para apostar las fichas que se
compraban a peseta........
Al rato a Ernesto el
caballitero lo sorprendió la algarabía y también que todo el público del parque
estaba dirigiéndose y concentrándose alrededor de la tienda de la ruleta del
guayabito, solo Bolita estaba aún en el carrusel, curioso se acercó y se abrió
paso ante el tumulto de apostadores, lo primero que vio fue al contrariado
empleado sacando y rellenando los estantes con premios de unos cajones casi vacíos,
luego miró y vio que todas las fichas de las apuestas estaban apiladas en el
mostrador sobre el número 5, resignado el empleado soltó la pita, bajo la caja,
deslizó el fondo movible y liberó nuevamente, al guayabito que quedó rodando
sobre la mesa, pareció orientarse y bajo una lluvia de vítores y entusiastas
expresiones de júbilo, recto y sin dudar se coló por el agujero numero 5....
Ernesto o perdió el
trabajo o no quiso seguir la vida nómada de la Caravana y se quedó a vivir en
Caraballo, en un tráiler azul, detrás de la panadería de Nito Abreu, lo recuerdo
como un franco tirador, descamisado, apuntando y, disparando a matar con puntería
infalible a todos los ratones de los alrededores, con sus escopeta de
perles........
Bolita siguió en sus
pasos descalzos, vendiendo y pidiendo de vuelta y por caridad su huevito, usando
zapatos esporádicamente, solo en grandes ocasiones.... y guardando el pan de
cada día, en la caja en que se los habían regalado las monjitas canadienses, que
por cierto, tenía visible en su pared exterior un huequito circular, muy cerca
de un numero.... 5…
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