miércoles, 12 de octubre de 2016

Los lienzos que no pinto Pablo

Autor: Andrés González

Pablo Vera intento pintar, cierto es que todos llevamos por dentro un artista, y él solitario, soltero, parco y misterioso mulato cincuentón también lo expresaba…..
Lo vi par de veces sacar sus pinturas a secar al sol de las tardes de Caraballo, saliendo de costado, también el húmedo, después del baño, sin camisa, con una toalla grisosa y que alguna vez fue blanca sobre sus hombros, cual mosquetero tropical por la media hoja abierta de la puerta de madera, de su cuarto de la esquina de la Línea y colocar con delicadeza un cuadro recién pintado en el piso del portal y recostarlo al entablado de lechada color rosa, junto a una silla vieja de madera en cuyo espaldar tendió simétricamente como un sudario corporal intimo (otra obra para mi inintencionada y abstracta) su diaria y veteada prenda de secado.
Se escabullo dentro de su cuarto estudio, no sin antes de cerrar la puerta y cerciorarse de que algún pasante que se acababa de bajar del tren de las cuatro y media reparara en su nueva obra, esta vez pintada en solo tres colores, una banda de color negro oscuro azabache abarcando la justa mitad inferior del cuadro y la otra mitad superior una franja roja reverberante y en blanco justo casi al medio un numero 26, hecho a puro pulso ondulante y personal y en la esquina inferior derecha dos letras PV........
Minutos después artista y de verde olivo con su revolver museable a la cintura ajustándose la boina, caminó la cuadra que lo separaba de "el cuartel de las milicias" y allí se incrusto en el taburete al lado de la entrada de la puerta, cerca de un fusil de la Segunda Guerra Mundial.
Cabeceando en batalla campal contra el calor, los mosquitos de la cuneta y la soñolencia Pablo Vera perdió, haciendo guardias la dorada oportunidad de ir al parque con su acuarela y aprovechar para pintar las escenas que se repetían a diario. Yo de haber tenido su destreza, siempre con las lomas verdeazuladas de Ponce al fondo, hubiera pintado por ejemplo la fila india que la Ciega Irmina, la de Melón, me daba atravesando el parque con su saco de yute con viandas al hombro, seguida por su hijo Hugo tratando de encaramarse más los pantalones con ambos antebrazos, y la niña al final tratando de alcanzarlos, todos con gajitos de verde albahaca sobre las orejas para espantar las guasasas. Se perdió de pintar Vera al negro Jobito, regresando de su finca, no digo pintar su voz quebradiza ronca y rasgada, pero al menos su cara azabache redonda y sus corneas blancas como una noche y dos lunas llenas, su bamboleante machete envainado y la curva grafica gris plateada que como un electroencefalograma ondulante dibujaban de hombro a hombro las sales del sudor en la espalda de su camisa de caki gris. Que decir de un cuadro de María Antonia la de Fermín la madre de Samalcan (uno de nuestros primeros balseros ), parada en la esquina de Teodoro, oteando el horizonte, con su saya descolorida y el dedo de un pie aflorando por un hueco de la cubierta terrosa de uno de sus zapatos de tela y su pelo suelto a media espalda de canas y humo, encandilada por el sol del atardecer y usando su mano como visera, incomoda y celosa por la tardanza y escape de su media naranja.......

Había para pintar Pablo!!!.... ...Picasso caraballense!!!! y tu allá hecho una estatua…casi otro cuadro... sobre tu asiento encabritado ....Estuviéramos buscando tus lienzos por ahí con VP a la derecha, abajo y de fondo las Lomas de Ponce, tu obra UN VERA!!! ........ que desperdicio...

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