“Cielo empedrado suelo mojado”, decían los viejos de Caraballo y seguro que amanecía lloviendo; aunque también teníamos a Radio Reloj que con sus locutores de voz grave y un hipnotizante tik tak de fondo recuerdo que nos pronosticaban para la región occidental “cielos parcialmente nublados y mar ligeramente movida en ambas costas” ...
Con eso contábamos al salir de casa para saber si nos lloviznaríamos,o nos derretíamos de calor, todo probable, dudoso, poco seguro, como confiar en la acentuación de los dolores en las coyunturas que nos compartían algunos quejumbrosos vecinos con artrosis.
Tampoco recuerdo a ningún animal que predijera la llegada de la primavera al asomarse a el orificio redondo de su madriguera invernal para ver o no su sombra y sus dos minutos de fama en la televisión, sostenida por un elegante hombre con smoking barba y sombrero de bombín, en si no hacía mucha falta porque allí la primavera comienza todos los días del invierno a las once AM...
Me plazco de haber compartido viajes con el futuro “Hombre del Tiempo”, no puedo considerarlo mi amigo porque por la hora o por presión de estudio conversaba poco conmigo, además creo que los feos nos repelemos principalmente en las madrugadas, eso sí en común nos esperanzaba que la ruta 70 viniera con asientos vacíos y que el chofer no apagara las luces interiores para poder leer, porque no hay nada más parecido a una penitencia que viajar antes del alba en un oscuro amanecer; súmese a esto el elemento adherente de las arcillas rojas de Jaruco adosadas a los vibrantes cristales de todas las ventanillas menos al parabrisas del conductor.
En la bodega del central Hershey, conociendo que ya cambiarían los tipos de suelo el futuro el “Hombre del Tiempo” sacó de su bolsillo un cuadriculado papel de periódico y con movimientos circulares quito la costra de fango exterior de la ventanilla, creando un perfecto orificio redondo; a través de el vio recostado a un horcón de la farmacia a Cheo Calbicú de traje y corbata escribiendo en su agenda vaya usted a saber que.... La monotonía y el ronroneo lo vencieron, cabeceo sobre su maleta cuadrada y apenas miro más por la claraboya artesanal el horizonte gris y las crestas blanquecinas de las olas.
En Piedras Altas el chofer les abrió la puerta trasera a unos pescadores de orilla, madrugados y con olor a salitre, a carnada.... Un colorido pez Lora se resbaló de la jaba de saco de yute y con familiaridad y boqueando le dedicó una última mirada al dormitante “Hombre del Tiempo”. Tan rendido no fue ni a orinar a la cafetería del Faro de Guanabo y mucho menos se hubiera atrevido ingerir algo en un lugar donde el dependiente antes de darte a mano limpia lo que “hay, y estirándose se restriega los ojos mientras bosteza” ...
Los postes plateados en forma de X de la Monumental ya pasan veloces por la claraboya. El “Hombre del Tiempo” aun sentado se arregla el nudo de la corbata, se acomoda el saco de cuadritos, con un peinecillo de carey se acomoda su cabello al estilo Elvis; se incorpora levantando una pierna y pasa por encima del saco con pescado y evita pegarse a los hombres con vapores marineros que lo miran con curiosidad… como si le conocieran. Antes de que la 70 desaparezca por el Túnel de la Bahía puedo verlo ya en la acera mirar un momento al cielo y chequear la hora con clase en su reloj de oro, solo le falta caminar hasta el viejo edificio del Instituto de Meteorología, en Casa Blanca..... pasan los mugrientos azulejos amarillos por el círculo de la ventanilla, el motor de la Leyland ruge, un pescador le susurra al oído a su compañero, “lo viste? Ese que se bajó ahora era el Hombre del Tiempo".
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