Como Espada de Damocles, colgando milagrosamente de un
arique se balancea, seca y muerta a los golpes de brisa una penca y su yagua en
lo alto de la palma que queda a la derecha de la iglesia, "la que
mira" a la casa del Electricista Pepe Cielo. Las pencas, impredecibles,
eran en sí la única posibilidad de sufrir un inesperado golpe aéreo
principalmente por estar sentado en el banco equivocado a la hora equivocada. Cuestión
Infrecuente de suerte "mala" en Caraballo en el caso de las altas
Pencas Asesinas.
Abajo y en las noches a nivel del tronco de esa misma palma
designada "La Base" la suerte no era mala ni buena, era solo eso,
suerte, en forma de piedrita saltarina y encubierta en el ritual repetido de
manos a la espalda y después mostrada al frente oculta y a elección al próximo
de la línea, en uno de los puños cerrados y antebrazos en cruz. Suerte primero
y reglas de juego en el apasionante "Escondido" de la que recuerdo
par de ellas "TENGO EL UNO Y DOY LA PIEDRA!..... EL PRIMERO SE QUEDA Y EL
ULTIMO SALVA POR TODOS!...
Fue cuestión de suerte también el día que subimos al
campanario, había una misa funeral de cuerpo presente, y la monja canadiense
nos abrió la puerta lateral de la sacristía nos llevó al ropero y nos dio a
cada uno de los aspirantes a monaguillos una calurosa sotana negra. Sentado en
el banco lateral entre Arnelio y el Gallo; y sin otra función que mover los
labios aparentando balbucear algo que no entendía, cambiando posiciones según
el momento de rodillas a sentados y a de pie, envidié la destreza de Rafelito
el Gallego auxiliando al cura en el ritual de esa misa, presumiendo de y, al
mirarnos de reojo, sus frases memorizadas en perfecto Latin, su soltura con el
humeante y oloroso péndulo del quemador de incienso, o con el recipiente de
Agua Bendita rociada sobre el ataúd por el sacerdote.....
Ernesto Botellita el funerario saco con solemnidad y rodando,
seguido de amigos y familiares al difunto de la iglesia, entre sonoros
espaciados y lúgubres campanazos, lo llevo hasta la calle real donde lo
esperaba con puertas abiertas la carroza fúnebre y el carro de las coronas. La
iglesia quedo vacía, todos los monaguillos fuimos sudados a devolver las sotanas,
el cura canadiense había empezado a desayunar y la monja le ponía sirope a algo
que me pareció una torreja de pan (años después supe que era un pancake), las
campanas dejaron de sonar, obvio que el entierro había llegado a la salida del
pueblo. Los cuatro sigilosos corrimos a la verja de hierro que cerca del
confesionario daba a las escaleras para subir al coro, estaba abierta, después
empujamos la puerta de madera que daba campanario, abierta también, apareció la
vieja y carcomida escalera de caracol de madera espacio un poco oscuro con soñolientos
y negros murciélagos adosados a las húmedas paredes, un poco más y el boquete del
piso y las cuatro campanas. Geométrico Caraballo de tejados rojos y casas de
guano, de manzanas perfectas, pocas pero perfectas, en el vórtice interior también
dormida una lechuza. Al norte el humeante central Hershey, al este las azules
lomas de Ponce, al oeste la caravana fúnebre llegando al cementerio. Al sur la
Base de la Loma de Sacarías repleta de cuatro bocas esperando por el golpe aéreo
que nunca llego por suerte.. …y cerca casi al alcance de mi mano la penca peligrosa
que nunca que yo sepa le ha caído a nadie arriba,....., por suerte……….
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