A la defensiva, listo para no dejar invadir mi territorio
corporal me senté en la consulta de un Urólogo Gringo la semana pasada; espere
mirando en las paredes los coloridos y detallados gráficos de los sistemas genitourinarios
de ambos sexos, hasta que abriendo la puerta entro el saludándome, afectuoso,
rubio y profesional. Comenzó rompiendo el hielo hablándome optimista de los
"cambios" y de las reanudadas "nuevas" relaciones. Decidí
quedarme callado (a veces es lo mejor) , "tienes aun sangramiento microscópico
en el examen de orina y una piedra en el riñón izquierdo según el Scan, quiero
hacerte una cistoscopia para descartar un cáncer de vejiga “Le riposte
respetuoso de colega a colega, espaciados en la ciencia tanto como lo están
Tejedor y Bocheli en lo del canto"; No pudiera ser una Hematuria de Esfuerzo?,
“ayer moví 35 pulgadas de nieve de mi parqueo por 4 horas", y agregue
"me pasaba en la zafras cortando caña". "Si" me contestó
"pero hay que descartar lo peor....".
Lo peor para Caraballo fue quedarse sin puercos, por decreto,
casi al unísono ellos y las Navidades, pasaron del presente a la lista
creciente de las cosas que había que recordar. Fue una semana apocalíptica,
llena de apuñalamientos y cuchilladas de chillidos agudos de chanchos
aterrorizados y estertores agonizantes, en casi todos los patios de la mañana
al atardecer, de columnas de humo elevándose y bandos de auras tiñosas volando
en círculo sobre el pueblo, de trasiego de leña seca, enormes calderos negros
tiznados de hollín, largas espumaderas, y de las plateadas sonoras, cuadradas
latas de aceite para almacenar la manteca, la masas fritas y los chicharrones.
Creo que fue la única vez que al llover las aguas de la cañada se tornaron
rojizas (hematuricas). Los Caraballenses dejamos de ver entre otras cosas a
Lope el Morito empujando su carretón lleno de tambuches de sancocho, herculeo,
vestido de verde olivo, con su tabaco en la boca y su sombrero de paja, pegándole
el pecho a la barra horizontal, para empujar mejor, envainado machete colgándole
del cinto y seguido por un horondo y feliz verraco de protuberantes testículos
conectado de su sajornado pescuezo al antebrazo de su dueño por una cadena. Así,
así al pasar de los meses nos fuimos olvidando de la fisonomía de los puercos,
y de su sabor, sentados en el parque, viendo las estrellas a través de los
flamboyanes un día decidimos salirnos del pueblo, irnos de excursión a Matanzas
con el doble objetivo de recordarlos en la vida y en el plato. Al pasar los límites
de Matanzas en el tren viajero de Hershey explotamos en jubilo al ver los
cochinos correr en sus corrales con el mismo fervor de cuando regresaba la
corriente eléctrica y lo mejor conocimos las Cuevas de Bellamar POR LA FIEBRE
PORCINA, pues era requisito para comer cerdo en el restaurant de la superficie
bajar a la caverna. Bello adentrarse con la luz que tramo a tramo enciende el guía,
ver las paredes interiores mientras te explican........
Me doblegue ante el urólogo gringo que aparte de un
inolvidable tacto rectal me hizo un magnifico tur televisado, explícito y en
vivo del avance del iluminado cistoscopio a lo largo de mi virgen uretra, de la
parte más distal, al globo vesical, donde me regodeé en la visión de su pared
rosado pálida y vascular libre de anomalías......de regreso a casa estuve
viendo las estrellas al orinar y no a través de los flamboyanes. Dicen que la
CIA tuvo que ver en que conociéramos las cuevas, NO SE,.... Estoy pensando de
buena fe sugerirle a mi Urólogo a que visite la Isla para que compruebe por sí
mismo la magnitud de los cambios........, temo que lo tome como una venganza
personal. NO SE.
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