martes, 9 de febrero de 2016

Caraballo sin puercos

Autor: Andrés González

A la defensiva, listo para no dejar invadir mi territorio corporal me senté en la consulta de un Urólogo Gringo la semana pasada; espere mirando en las paredes los coloridos y detallados gráficos de los sistemas genitourinarios de ambos sexos, hasta que abriendo la puerta entro el saludándome, afectuoso, rubio y profesional. Comenzó rompiendo el hielo hablándome optimista de los "cambios" y de las reanudadas "nuevas" relaciones. Decidí quedarme callado (a veces es lo mejor) , "tienes aun sangramiento microscópico en el examen de orina y una piedra en el riñón izquierdo según el Scan, quiero hacerte una cistoscopia para descartar un cáncer de vejiga “Le riposte respetuoso de colega a colega, espaciados en la ciencia tanto como lo están Tejedor y Bocheli en lo del canto"; No pudiera ser una Hematuria de Esfuerzo?, “ayer moví 35 pulgadas de nieve de mi parqueo por 4 horas", y agregue "me pasaba en la zafras cortando caña". "Si" me contestó "pero hay que descartar lo peor....".
Lo peor para Caraballo fue quedarse sin puercos, por decreto, casi al unísono ellos y las Navidades, pasaron del presente a la lista creciente de las cosas que había que recordar. Fue una semana apocalíptica, llena de apuñalamientos y cuchilladas de chillidos agudos de chanchos aterrorizados y estertores agonizantes, en casi todos los patios de la mañana al atardecer, de columnas de humo elevándose y bandos de auras tiñosas volando en círculo sobre el pueblo, de trasiego de leña seca, enormes calderos negros tiznados de hollín, largas espumaderas, y de las plateadas sonoras, cuadradas latas de aceite para almacenar la manteca, la masas fritas y los chicharrones. Creo que fue la única vez que al llover las aguas de la cañada se tornaron rojizas (hematuricas). Los Caraballenses dejamos de ver entre otras cosas a Lope el Morito empujando su carretón lleno de tambuches de sancocho, herculeo, vestido de verde olivo, con su tabaco en la boca y su sombrero de paja, pegándole el pecho a la barra horizontal, para empujar mejor, envainado machete colgándole del cinto y seguido por un horondo y feliz verraco de protuberantes testículos conectado de su sajornado pescuezo al antebrazo de su dueño por una cadena. Así, así al pasar de los meses nos fuimos olvidando de la fisonomía de los puercos, y de su sabor, sentados en el parque, viendo las estrellas a través de los flamboyanes un día decidimos salirnos del pueblo, irnos de excursión a Matanzas con el doble objetivo de recordarlos en la vida y en el plato. Al pasar los límites de Matanzas en el tren viajero de Hershey explotamos en jubilo al ver los cochinos correr en sus corrales con el mismo fervor de cuando regresaba la corriente eléctrica y lo mejor conocimos las Cuevas de Bellamar POR LA FIEBRE PORCINA, pues era requisito para comer cerdo en el restaurant de la superficie bajar a la caverna. Bello adentrarse con la luz que tramo a tramo enciende el guía, ver las paredes interiores mientras te explican........
Me doblegue ante el urólogo gringo que aparte de un inolvidable tacto rectal me hizo un magnifico tur televisado, explícito y en vivo del avance del iluminado cistoscopio a lo largo de mi virgen uretra, de la parte más distal, al globo vesical, donde me regodeé en la visión de su pared rosado pálida y vascular libre de anomalías......de regreso a casa estuve viendo las estrellas al orinar y no a través de los flamboyanes. Dicen que la CIA tuvo que ver en que conociéramos las cuevas, NO SE,.... Estoy pensando de buena fe sugerirle a mi Urólogo a que visite la Isla para que compruebe por sí mismo la magnitud de los cambios........, temo que lo tome como una venganza personal. NO SE.


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