martes, 13 de enero de 2015

Las Malas Noticias de Plácido el Manco

Autor: Andrés González

Si algo nos ponía en Caraballo la carne de gallina y nos hacia tragar en seco y sentir un escalofrió descender de la garganta a la rabadilla era abrir la puerta y encontrarte a Placido el Manco. En realidad no era él lo tenebroso, sino su encomienda, con pericia manual frente a tu cara con solo seis dedos en sus manos (cuatro, menos el pulgar de una de ellas, los había perdido en un accidente de ferrocarril) como mago moreno salido de una lampara humeante, podía cambiar tu vida con el telegrama que diligentemente y diría yo con cierto regocijo te entregaba, haciendo el malabar de quitarse el mocho de tabaco de la boca para hablarte, sacarse y darte la tablilla con la lista de los próximos reclutas de debajo de un sobaco, sacar un lapicero del bolsillo de su camisa, para que quedase con tu temblorosa firma, constancia y conocimiento de que el Comité Militar ya sabia que habías arribado a tus dulces masculinos diez y seis abriles. En peligro inminente tu melenita y tus pantalones de corte tubo, tus fiestas de quince y tus estudios secundarios.

Placido implacable te visitaría una vez y otra vez siempre con su mismo enroque manual a seis dedos de telegramas, citaciones, lista de nombres, lapicero tabaco y humo, algunas veces para bien temprano de madrugada salir desde San José de las Lajas en camiones para el Hospital Militar y allí en fila india desnudos y con tus ropas y zapatos en una bolsa de mano, pasar frente a sonrientes enfermeras militares que te pesaban y median, de especialista a especialista, oftalmologos, cirujanos, ortopédicos, siquiatras, etc., etc. y el temido urologo, después ya se sabe esa noche a contar en un banco del parque a tus curiosos y aterrados amigos como fue tu primera experiencia con un grazozo, y puntiagudo indice enguantado. Dejemos a este galeno dedo y concentrémonos en los seis de Placido ....., si que él cambiaba tu vida ...., prácticamente, en unas semanas cuando volviendo a tu puerta te daba tu ultimo telegrama y después de unos tres meses perdido del pueblo, en una siempre lejana unidad militar, reaparecías por lo general mas flaco, flagrantemente vestido con tu gorra y uniforme verde olivo chillon nuevecito y siempre extragrande para tu talla, con unas pesadas negras y chirriantes botas rusas, tu coco pelao, tu salario de siete pesos al mes y tu pase de 48 horas.... Como volcán dormido Placido hacia erupción citatoria de vez en vez, de cuando en cuando cónsul guerrero combativo y temido mensajero en Caraballo del comité militar de San José de Las Lajas.

En los intervalos de paz citatoria y como espada de Damocles, se le veía en las Cuatro Esquinas en su trabajo habitual, parando el tráfico al paso de los trenes, siempre con presteza y usando su dedo pulgar como pinza y tenaza (esa mano la usaba para estrechar tu diestra cuando te saludaba, una sensación táctil inolvidable). Allí también intercambiaba del sobaco a las manos la banderola roja, el tabaco y los ejemplares de Granma, los cuales coincidentemente era el encargado de vender en el pueblo........ en resumidas cuentas, tanto en la guerra como en la paz, siempre y PLACIDAMENTE .... repartiendo y sacándose malas noticias de debajo de la manga.

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