Autor: Andrés González
No creo en maldiciones pero hay algunas que por cosas de la vida se
cumplen.....A Caraballo iban periódicamente, circos y ferias de
caballitos por esos días veíamos caras nuevas que desaparecían junto con
la partida de las carpas, los payasos las rumberas los monos los
leones famélicos ,el domador y los operarios, Recuerdo las iluminadas
estrellas giratorias que nos ponían a la altura del campanario, las
sillas voladoras, las casetas metálicas de tiro al blanco y los
mareantes carruseles de caballitos de madera.
Ese lunes de
septiembre de hace medio siglo, pase con mi maleta de cuero cargada
de libros y libretas por el parque rumbo a la escuela primaria "Miguel
Mateo" (Centro Escolar), habían desaparecido en la madrugada todos los
aparatos del Parque de diversiones ambulante que estaban funcionando en
la calle frente a las casas de Risa, Gilla, Sofia Rojas por ahí para
abajo casi hasta casa de María Antonia Trasancos, al tomar la calle de
la zapatería entre el familiar claveteo de Kike y Manolo Revilla
y, el etéreo olor a goma de pegar zuelas, el sonido de las tártaras metálicas y el olor a pan recién horneado, detrás de la panadería apareció ante mi, largo y azul sin ruedas ya, sobre unos polines de
linea,como un barco fantasma, o como nave espacial el traile de "Ernesto el caballitero", allí en ese solar vació rodeado de hierbas y
montones de basura, no se porque motivo quizá cansado de dar tumbos por
toda la isla, quiso quedarse a vivir, Ernesto tenia familia, su mujer
Luisa flaca blanca de argollas en las orejas y pulseras y amaneciente
rojo creyon de labios, dos hijos Ernestico de mi edad grande y fornido
(Luisa no era la madre) y una hembrita de unos 9 meses, que ya se
paraba circentemente en la palma de la mano de su padre, Para subsistir
Ernesto comenzó a rentar escopetas de perles para cazar, tenia
varias y una pistola del mismo tipo, el mismo artesanalmente
confeccionada los proyectiles derritiendo plomo , tenia una puntería
infalible sin camisa sentado en la escalera de madera que subía a la
puerta de entrada del vagón, cigarro en boca, podía darle en la cabeza a
un ratón de los que merodeaban su propiedad. Ernestico se hizo mi
amigo, fue así que par de veces entré al trailer y vi a cada lado de
su estrecho pasillo central la diminuta cocina el fregadero "de
juguete" la mesa y camas plegables la ducha y la microscópica taza o
retrete, las puertas corredizas, sentí que yo vivía en un palacete (por la amplitud), y es que en Caraballo no estábamos familiarizados con
las casas móviles y vivir en ellas nos parecía raro y poco probable, es mas el área se volvió peculiar y diferente, visitable por los
curiosos, para ver el trailer de Ernesto el Caballitero y el yate que
fabricaba mi primo Rodrigo en su portal del cual ya les conté........
En la vida todos chocamos con imposibles, el imposible de Ernesto el
Caballitero para convertirse en residente permanente de Caraballo fue
de siete letras. OFICODA, no hubo forma manera palanca que no trato
para tener una "Libreta de Abastecimiento" nunca la consiguió no por
mala intención de Nania Aguiar su duchisima funcionaria, sino por la
burocracia que la guiaba, un día poco antes de desaparecer el trailer
del solar de la misma forma en que llego le oí decirle a Luisa
maldiciendo, desconcertado y furioso mientras yo jugaba con Ernestico
afuera !OJALA QUE MUCHOS AQUÍ EN ESTE PUEBLO TENGAN QUE VIVIR EN UN
TRAILER Y SIN LIBRETAAA! .......y se cumplió..
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