viernes, 18 de diciembre de 2020

La puntería de Guayabo

 Autor: Andrés González

Orestes Guayabo me tiró temprano de la cama, a las once de la mañana ese sábado, un madrugón, considerando que solía dormir las mañanas sin escuela hasta las dos de la tarde con ese único profundo sueño de la pubertad y la adolescencia. Venía de pase militar, me trajo de regalo para mis guerras (de escopetas de madera ligas de cámaras de bicicletas y chapas de botella como zumbantes proyectiles) dos cascos de entrenamiento con vetas de camuflajes de un verde terroso que sacó de un saco de yute y dejó caer en el piso de mi portal con sonido de güiras secas.

Con algo aún dentro del saco que se tiró al hombro lo seguí por la calle de la Caña a la casa de guano, tablas de palma y piso de tierra de su tío materno, recuerdo que lo encontramos sentado en el quicio de la puerta que daba al patio persiguiendo pan en mano la licuada yema amarilla de un huevo criollo frito haciendo un semicírculo en el fondo de un cascado plato esmaltado. Piñero, el tío, lo miro detallándolo vestido aún con el traje verde olivo, grande para su talla, le miró a la boina le percutió con los nudillos la punta metálica de las botas rusas negras, tomó agua de un jarro de aluminio y le preguntó “pesan?"

Atravesamos el patio, asediados por los chillidos de una puerca famélica que olfateó el saco hasta que se lo permitió el largo de su soga, de un brinco saltamos el hilo cristalino de agua de la cañada con pececillos y guajacones nadando contracorriente. La resolana del medio día atravesando a paso forzado la tierra arada de Pastora la Viuda, reverbera y desfigura los patios del Vedado sus tendederas multicolores y los techos de tejas rojas, bordeando la finca de Melón y la de Juan José mirando a lo lejos las azules lomas de Ponce, atravesando guardarrayas, espantando con nuestras pisadas en el polvo del camino bandos de codornices con el tremor de sus alas escapando dentro de los plantones y la paja de las cañas; cortando camino llegamos a la finca de Laito Diez. Nos detuvimos frente a una ceiba gigante, Laito nos saludó ya en camino al pueblo montado en su caballo, lo hizo con un saludo de mano y acomodando el peso de las alforjas y las cantaras de leche ...

Guayabo dio tiempo a que se alejara, cuando su sombrero desapareció en la curva del camino a Caraballo, abrió el saco y sacó la metralleta checa y de los bolsillos de tachones de su pantalón tres peines de balas. Acomodó unas botellas y un plato de una ofrenda vieja entre las enormes raíces del árbol se separó apuntó y disparó una ráfaga, el tableteo hizo eco, cacarearon las gallinas y los gallos de la arboleda cercana. La segunda ráfaga la tiró a las ramas, una tiñosa agonizante cayó rodeada de gajos en cruces encima del pasto verde, fui entre las raíces revisé el plato y la botella, ilesos, me quemé la yema del pulgar tratando de sacar un plomo incrustado en el tronco, con el rabo del ojo miré al Guayabo poniendo el último peine y entendí que no estaba en el mejor lugar, tiró de nuevo hasta la última bala, nunca hizo blanco….  Al final se sacó las botas, se fue a la arboleda, trepó como un simio la mata de caimitos, de rama en rama fue alcanzando los frutos, me recomendó hacer un jamo con el saco de yute y mis brazos para capturarlos en el fondo del saco la metralleta, aún lo recuerdo tomando puntería entre las hojas verdes y terrosas, según su lado, siempre, sin fallar me dio en la cabeza, todas las veces... 

Los cascos después de protegerme en las guerras de chapas, cuando no combatí más, los convertí en macetas que colgué en cada extremo en mi bajito portal.... Tiempo después me confesó que con los caimitos siempre me apunto a la chola.




miércoles, 10 de junio de 2020

GONE!

Autor: Andrés González

Con voz pausada, mientras maneja por la Quinta Avenida de la Gran Manzana el que narra el video menciona una por una los nombres de las tiendas destrozadas por la rebelión; lo hace en inglés, le noto cierto regocijo cuando al final de cada una pronuncia un largo “gone", que más o menos significa, desapareció (se fue) ......
La idea de hacer una parada infantil alegórica a la entrada de los rebeldes en la Ciudad de la Habana, en enero de 1959 explotó en Caraballo como petardo entusiasta y festivo; un verdadero Halloween verde. En la tienda de Jesús La Campa y Pellicey se agotó la tela verde olivo, las costureras no dieron abasto confeccionando diminutos uniformes de pantalones con bolsillos de tachones, camisas de mangas largas con charreteras, brazaletes roji-negros del 26 de Julio, gorras, boinas y barbas postizas. Fervoroso Caraballo engalanó su calle Real con pencas verdes de palma real, al fin y al cabo, ese era el color de lo que había triunfado. Ese de la izquierda en la foto soy yo, siete u ocho años cumplidos, no más; mi madrina guardaba su cortada melena en el escaparate, era costumbre guardar la larga cabellera como recuerdo de juventud, me hizo una barba con ella, seis décadas después aún recuerdo cuanto me picó la cara ese día; gracias a la barba fui designado por la directiva a representar a representar jeje…, imaginen a quien….
Recorrimos el pueblo entre vítores y aplausos, apretujados sudorosos y alzando las armas de juguete y con rosarios al cuello en una decorada carreta que tirada el lento Tractor de Perico Brito. Las monjitas canadienses, de blanco impecable, nos dijeron adiós tiernamente desde el portal de la escuela católica…(gone); Aparicio trato de vernos a través de las torres de tibios pastelitos de guayaba de su Bar… (gone); los panaderos corrieron a mirarnos por el pasillo con techo de enredaderas verdes que atravesaba el patio de las Verbenas …. (gone). En el portal del Bar de Abreu (gone) hasta los que jugaban al billar (gone) salieron con su cerveza en mano a ver pasar a los diminutos invasores, para saludarnos dejaron algunos de oír sus canciones de 5 centavos en las vitrolas (gone), las obreras llorosas y los dueños de todos los talleres de costura (gone), los tabaqueros de Bolaños (gone), los trabajadores de Hershey (gone) que bajaban del tren con sus cantinas de almuerzo vacías y sus estómagos y bolsillos llenos (gone), dejaron la comodidad de los asientos en el mostrador, sus batidos de frutas del Bar del Chino Machado, sus helados de la heladera de Julio para salir a la calle y contemplarnos victoriosos aun masticando el sándwich de jamón queso y pepinillos, se conglomeró una multitud vibrante de emoción en los portales de las cafeterías (gone) las 4 esquinas (gone, gone, gone)....... vimos antes de doblar hacia la calle de la Balla de Gallos (gone) las cabezas asomadas a las ventanillas de los pasajeros que regresaban en el ómnibus que regresaban de sus gestiones en la capital (gone); recorrimos todo el pueblo cada bodega, con sus estanterías repletas (gone), sus dueños y sus clientes con sonrisas saludando al futuro (gone). Estuve varias semanas modelando mi traje de rebelde y mi urticante barba a cada pueblo al que iba en la zona, de la mano de mi orgullosa madrina (a la que jamás demandaría), experimenté mi pedacito de vanidad infantil, de mini celebridad rebelde y efímera. En Jaruco, recuerdo haber esperado frente a los postigos de las puertas, al sol del mediodía de sus casas sin portal, hasta que se asomara para verme alguien que se terminaba de dar un baño con un oloroso jabón palmolive GOOONE....!