martes, 29 de noviembre de 2016

Comparancia

Autor: Andrés González

Anoche di gracias por poder hacer ejercicio de la "comparancia" un término que por primera vez le escuche decir a un guajiro por los ochentas cuando le pedí que me mostrara también la rodilla que no le dolía en una posta medica de Ciego de Ávila.....
Me había autoprometido no regresar, en sí, no quería estar físicamente en el mismo lugar donde alguien había decidido por mí y en contra de mi voluntad por muchas cosas, por nombrar, un par: Que tiempo debía estar separado de mi hija menor de edad (fueron 5 años) y luego que tiempo debía purgar en una "lista negra" sin poder regresar, cuando ya estaba ella adulta y conmigo acá (10 años más). En total, entre lista excluyente, mi renuencia y resentimiento, la impredecible, jicoteistica y carretosamente lenta renovacion y habilitación del pasaporte; al cabo de 17 primaveras este otoño, después de votar temprano…. viole mi promesa.
"La comparancia" no es afin a todos, son ajenos a ella quienes han permanecido el 100% de su tiempo vital en un único ambiente, muchos de los americanos que trabajan conmigo y muchas de las personas que visité por cuatro días al sur del estrecho carecen de "comparancia", de ahí la enorme dificultad de explicarles y que comprendan aspectos simples rutinarios y diversos de la otra orilla.
Así que di gracias anoche como les digo porque un 50/50 de "comparancia" es una bendición, un privilegio, útil para saber lo que se tiene o lo que se ha perdido. Nunca entenderán mis vecinos que me abrazan después de dos décadas de no verme, que no sé el nombre, que nunca he conversado y que aparentemente soy invisible para la mujer de la casa de al lado de la mía. Imposible será entender para el maestro judío que trabaja conmigo que el Souvenir que le traje lo compre en La feria de la Rampa en la mesa llena de baratijas de un amigo de la infancia que prefiere ese empleo a ser profesor de Ingeniería en la universidad.
Me compenso mucho saber que mi Toyota Yaris del 2008 valga allí 48 mil CUC, cosa que por supuesto nadie aquí querrá creerme, ni que un cráter en una acera pueda permanecer carente de aviso señal o protección por tiempos inmemoriales o que los perros en manadas (como acá los venados), en reyertas de amores e indiferentes casi suicidas se te interpongan ante las luces del carro como volanta sin luz, y que le pongan botellas plásticas con agua para que no se orinen levantando su pata trasera descaradamente en los muros de los portales. Que aun sea adorno una caja de cartón vacía de puré de papa sobre un refrigerador o una lata de aceite de oliva vacía también en una mesita de noche, o que las luces solares para jardín puestas al revés se usen como candelabros en un centro de mesa.

Lolita la abuela de Felix Molina tenía una promesa incumplida y pendiente con el viejo Lázaro, el de los perros y las rodillas sangrantes. Se acercaba el 17 de diciembre y ella no dejaba de insistirle, imperiosa al nieto, "tengo que llegar al Rincón de rodillas con una vela encendida entre las manos". Al amanecer del 17 Felix Molina le saco el asiento posterior a su Renault, puso una colchoneta en el piso, cargo a lolita, la arrodillo en la parte trasera, con el mismo fosforo encendió su largo tabaco y una vela blanca que le colocó a Lolita entre las manos, puso primera y se perdió en la oscuridad de la calle Real de Caraballo en dirección a Los 4 Caminos..... ese es un cuento de 48 mil CUC, me lo hacia riéndose a carcajadas..... pero para entenderlo hay que tener "Comparancia".