El aguacero empezó de madrugada, y con viento, de esos que
arrancan de pronto después de un par de retumbantes y luminosos truenos y que
le sacan a las planchas de zinc de los techos la estruendosa y única sinfonía
que nos regalan la lluvia y los granizos al reventar contra el metal. Al
momento se sumó borboteante el ruido de los chorros de las canales llenando las
tinajas, las cuadradas latas de aluminio y los barriles de madera con agua de
lluvia. Los caraballenses en verdad por los sesentas no estábamos muy
pendientes de los pronósticos meteorológicos.
Por los tiempos de este temporal Pepito Rubiera estaría
jugando a los agarrados en el parque de San Antonio de Rio Blanco, y nos guiábamos
mejor de que por Radio Reloj, su tic tac y su estado del tiempo por el preludio
in crescendo del croar de las ranas y los barítonos más espaciados de los
sapotoros o, por los refranes, para saber si iba a llover o no ....."Cielo
empedrado suelo mojado." sabiamente decía mi madrina Eloisa. Tampoco se
llevaba record de la cuantía de la precipitación, se podían contar cuantas
palanganas repletas se habían botado de la gotera de la sala, hacia el portal
para tener una idea quizás..........
Cuando aclaro ese día y perdida la cuenta de cuantas
palanganas ya se habían tirado, me asome por la ventana del patio, seguía
diluviando y una uniforme y terrosa capa de agua caída desdibujaba los trillos
de los excusados, hacia volver a las gallinas y a los pollos mojados en contra
de su voluntad a sus gajos nocturnos y cubría las mangas y las naranjas
tumbadas por el viento. Como una sábana acuática y móvil se escabullía entre
los límites de todos los patios haciendo suaves cascaditas y dejando gajos y
hojas secas atrapadas en las cercas de malla. Como dicen los guajiros vino a
"aflojar" al medio día.
Nada mejor que unos pantalones remangados, descalzo y el
agua turbia y tibia más arriba de las rodillas, sabía que era un día diferente,
Calixto García Street(LA CALLE DE LA CAÑA) convertida en un canal veneziano. Llegué
a la esquina de Tito Tavares, vi como un hijo de Figueras haciendo equilibrios
sobre el puente de madera ya cubierto por la corriente de la cuneta cargaba a
su madre Ciano, sacándola de la casa inundada. Por la esquina de Genobeba dobló
un Jeep Willys manejado por Albertico y parado en el estribo agarrado con un
brazo del techo y con una cámara al hombro y filmando El Doctor Nicasio. El
agua alcanzo la gasolinera de Neno Ibarra y por el Vedado inundo un buen tramo
de carretera y casas. De hilo de agua clara y fangosa orilla llena de gusarapos
y guajacones se nos transformó en pocas horas en uno de los ríos más caudalosos
de la Isla. Sentados en la baranda de Justo Rolo, contemplando a los cocos
secos chocar con los muros del puente para luego seguir hacia la finca de Venerando.
Vimos atardeciendo ya a tres Jeepes Rusos con largas antenas provenientes de
Aguacate, a paso de cortejo fúnebre, comenzaron a pasar con el agua a media
rueda, temerosos de apagarse, rápidamente, saltaron los escoltas con armas
largas y chapoteando nos pusieron los orificios redondos y negros de los cañones
lo suficientemente a la vista para optar quedarnos pasmadamente quietos. Pude
verlo por debajo del sobaco del guardaespaldas, sentado al lado del chofer,
serio, con su barba negra rojiza, sus espejuelos de marco negro cuadrados, su
uniforme y gorra verdeolivo y barras de comandante, le dijo algo alguien en el
asiento trasero y que lo escribió en un cuaderno de notas...
Al otro día cuando bajaron las aguas una flotilla de
buldozas y motoniveladoras humeantes hicieron más profunda la zanja mientras
sobre ellas revoloteaban una nube de voraces garzas blancas.........
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