lunes, 5 de octubre de 2015

De Barberos y Barberías

Autor: Andrés González


Dispersas, y concurridas, numerosas barberías daban fe que la población masculina en Caraballo se pelaba bastante; no sé cuántos barberos "per cápita" habrían, pero el arte del recorte piloso o capilar tenía una representación variada por los sesentas y ante todos ellos ya sea sentados en la tablita colocada sobre los brazos del sillón, o más tarajayudos ( ELLOS), nos pegaron la barbilla al esternón empujándonos la cabeza con una mano después de enrollarnos en el mismo trapo blanco del cliente anterior, sacudido dos veces a tu lado y que como camisa de fuerza ,te pica y aprieta alrededor de cuello y te deja a merced por media hora del de la bata blanca que conversa con la clientela mientras tu, con ojos de carnero degollado girando según su conveniencia ves caer tus mechones sobre la blanca tela y al piso.
Sientes el click, clik de la tijera, que te trepa por la nuca a la cocorotina llegando al remolino, siempre con el peine rastrillando y algún jodedor que ante tu indefensión exclama."CORTALE UNA OREJA". Tenso el momento de los cortes con la navaja sobada ante el rabillo de tu ojo en el aditamento de cuero marrón que cuelga del brazo del sillón. Con estilo la limpia de la mezcla espumosa de jabón y pelo proveniente de corte cuadrado, del guardafangos de tus orejas o de los que se afeitan yaciendo horizontalmente y con la cara enmerengada por la espumosa brocha, en una hoja de periódico que cuelga de la repisa de cristal…..
Había para escoger y la popularidad fluctuaba. En la calle de la línea, Manolo tuvo un BUM con su "corte cuadrado" su portal de bote en bote, sentados en las barandas y larga espera. Mas arriba, Minino, tradicional, con fiel clientela y sus niqueladas maquinas manuales. Diego frente al cine y Eladio frente al Taller de Neno Ibarra, unidos por profesión y la Décima Guajira (Poeta y Barbero), Rufino por allá por frente a Modestico el chofer de alquiler y ubicado en una de las calles más comerciales de Caraballo (Casi un MALL) pues desde la esquina de Tabito, antes de entrar a pelarte, le podías comprar algo de ropa a El Cubano y ya en el portal, de la casa barbería podías ver los precios de las bicicletas o de un sillón de pajilla ofrecidos por Estelita y o reparar al fondo tu fogón de quemadores de Luz Brillante con su hijo Roberto; y después del pelado pasar por la Atelier de Yiya la de Aniseto para cogerle de largo a unos pantalones. Mas hacia la calle de La Baya, Reyes tiene su sillón, África se manifiesta allí en clientela, pelo rizo y religión. Al lado de la peluquería de Sunsa, Roberto…..
Para el final dejo a Hevia, ventilador de techo, reloj de péndulo con números romanos y espejos coronados con largos tubos de luz fría, espejuelos casi en la punta de la nariz, erudito y locuaz entalcando el pescuezo de uno que esta por pagarle al que le tumba algunos pelos con un sedoso cepillo de mango de madera ..., en una mesa de esquina Bohemias revistas y un tablero de ajedrez y sus piezas listo para una partida..... Me dirán que me obsesiona el Bar de Aparicio, allí termina esta historia, pues fue la última barbería, única, conglomeradas NUNCA MAS DISPERSAS, condensada y de tres sillones; allí de bata blanca vi a Elena Barrios, zurda y atenta, navaja en mano recortarle el bigote a un nervioso y tímido guajiro de MAMEY DURO...,donde se daban según decían, los mejores frijoles negros.


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