Dispersas, y concurridas, numerosas barberías daban fe que
la población masculina en Caraballo se pelaba bastante; no sé cuántos barberos
"per cápita" habrían, pero el arte del recorte piloso o capilar tenía
una representación variada por los sesentas y ante todos ellos ya sea sentados
en la tablita colocada sobre los brazos del sillón, o más tarajayudos ( ELLOS),
nos pegaron la barbilla al esternón empujándonos la cabeza con una mano después
de enrollarnos en el mismo trapo blanco del cliente anterior, sacudido dos
veces a tu lado y que como camisa de fuerza ,te pica y aprieta alrededor de
cuello y te deja a merced por media hora del de la bata blanca que conversa con
la clientela mientras tu, con ojos de carnero degollado girando según su
conveniencia ves caer tus mechones sobre la blanca tela y al piso.
Sientes el click, clik de la tijera, que te trepa por la
nuca a la cocorotina llegando al remolino, siempre con el peine rastrillando y algún
jodedor que ante tu indefensión exclama."CORTALE UNA OREJA". Tenso el
momento de los cortes con la navaja sobada ante el rabillo de tu ojo en el
aditamento de cuero marrón que cuelga del brazo del sillón. Con estilo la
limpia de la mezcla espumosa de jabón y pelo proveniente de corte cuadrado, del
guardafangos de tus orejas o de los que se afeitan yaciendo horizontalmente y
con la cara enmerengada por la espumosa brocha, en una hoja de periódico que
cuelga de la repisa de cristal…..
Había para escoger y la popularidad fluctuaba. En la calle
de la línea, Manolo tuvo un BUM con su "corte cuadrado" su portal de
bote en bote, sentados en las barandas y larga espera. Mas arriba, Minino, tradicional,
con fiel clientela y sus niqueladas maquinas manuales. Diego frente al cine y
Eladio frente al Taller de Neno Ibarra, unidos por profesión y la Décima
Guajira (Poeta y Barbero), Rufino por allá por frente a Modestico el chofer de
alquiler y ubicado en una de las calles más comerciales de Caraballo (Casi un
MALL) pues desde la esquina de Tabito, antes de entrar a pelarte, le podías
comprar algo de ropa a El Cubano y ya en el portal, de la casa barbería podías
ver los precios de las bicicletas o de un sillón de pajilla ofrecidos por
Estelita y o reparar al fondo tu fogón de quemadores de Luz Brillante con su
hijo Roberto; y después del pelado pasar por la Atelier de Yiya la de Aniseto
para cogerle de largo a unos pantalones. Mas hacia la calle de La Baya, Reyes
tiene su sillón, África se manifiesta allí en clientela, pelo rizo y religión.
Al lado de la peluquería de Sunsa, Roberto…..
Para el final dejo a Hevia, ventilador de techo, reloj de péndulo
con números romanos y espejos coronados con largos tubos de luz fría, espejuelos
casi en la punta de la nariz, erudito y locuaz entalcando el pescuezo de uno
que esta por pagarle al que le tumba algunos pelos con un sedoso cepillo de
mango de madera ..., en una mesa de esquina Bohemias revistas y un tablero de ajedrez
y sus piezas listo para una partida..... Me dirán que me obsesiona el Bar de
Aparicio, allí termina esta historia, pues fue la última barbería, única, conglomeradas
NUNCA MAS DISPERSAS, condensada y de tres sillones; allí de bata blanca vi a
Elena Barrios, zurda y atenta, navaja en mano recortarle el bigote a un
nervioso y tímido guajiro de MAMEY DURO...,donde se daban según decían, los
mejores frijoles negros.
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