domingo, 21 de agosto de 2022

Pablo hizo temblar a la injusticia

 Autor: Andrés González

Le debía esto a mi tío Pupi que en paz descanse, es el de la fotografía vestido con uniforme militar verde olivo, reclutado en el primer llamado del Servicio Militar Obligatorio, parece que posa orgulloso  bajo el sol de Marianao en el patio del solar donde creció, pero no, desde el primer día que entró en una unidad militar, su rebeldía y desobediencia sus fugas y capturas fueron siempre la causa de sus prisiones y castigos durante esos tres años.

Fue enviado a las mazmorras del Morro de la Habana, a campamentos (UMAP) de trabajo a Camagüey junto a otros jóvenes que al igual que el no aceptaron las imposiciones,el rigor militar y las arbitrariedades del régimen cubano en los años sesentas. De ahí viene este relato, él lo compartía con mi hermano menor y recientemente antes de morir le pedí que me lo relatara de nuevo, confronté y encontré reseñas del suceso en páginas del internet lo que refuerza para mí la veracidad de sus palabras que trataré de dejar aquí tal y como me lo contaba.

El juicio militar se había fijado para la mañana del domingo, la orientación dada fue que todo el batallón de reclusos militares del SMO debían estar uniformados, limpios (nada de ropa  sudada con tizne de cañaveral quemado ) y formados en espera de la comitiva que venía del Estado Mayor.Ya formados por escuadras vieron la caravana acercarse al campamento; los siguieron con la mirada por el reverberante terraplén franqueado de cañaverales a través de los postes de cemento y las alambradas de púas que rodeaban las barracas, la cocina, el comedor y las letrinas. Dos vehículos ligeros y un camión pesado cubierto con lona arrastrando una nube de polvo rojo que los siguió a través de la garita de entrada. De los jeeps rusos bajaron varios oficiales con carpetas y maletines y un oficial de bata blanca, al que los otros al hablarle se le dirigían como “forense”, de la parte posterior del camión saltaron 6 uniformados con armas largas. Al joven Pablo González Torriente de 17 años de edad, los seis, lo fueron a buscar a la cárcel del campamento, allí había estado encerrado desde el día que en un campo de caña decidió darle otro uso a su afilado machete y casi mata a un carcelero del campamento de apellido Mora, aparentemente hubo una discusión previa; Pablo era negro y de la religión afrocubana Yoruba (Avacua), Mora el carcelero era reconocido por su mal trato a los reclusos. El juicio fue breve, la condena fue fusilamiento, a la dos de la tarde de ese mismo domingo, mientras preparaban la ejecución bajaron del camión cubierto un ataúd, entonces montaron al condenado y lo llevaron fuera del campamento. Cuando regresaron toda la tropa de reclutas estaba formada en la plaza central, a Pablo lo bajaron del camión ya con las muñecas atadas a la espalda , le habían cambiado el uniforme nuevo, quitado las botas rusas y vestía los pantalones raídos de cortar caña y un camisa tiznada, no llevaba calzado, lo llevaron frente a una mata de mangos, uno de los hombres intentó cubrirle los ojos con un pañuelo pero el muchacho se negó, 5 hombres del pelotón de fusilamiento se pararon frente a él, el sexto dio las órdenes……….

El estruendo y las llamaradas de las bocas de los fusiles rompieron el silencio, el cuerpo de el joven se levantó una cuarta del suelo y se proyectó con fuerza contra el  tronco del árbol, aún contorsionándose pintando las raíces con su sangre roja brillante y entre estertores el jefe del pelotón sacó su pistola para darle el tiro de gracia, dice mi tío que el hombre se veía nervioso y le temblaba la mano tanto que cuando apretó el gatillo la bala en vez de penetrar el cráneo le entró por un pómulo, terminada la ejecución el forense se acercó al cadáver, asintió con la cabeza y se fue cabizbajo, los soldados buscaron el ataúd, con precaución para no salpicarse de sangre pusieron el cuerpo en su interior y después de montarlo en el camión, los jueces, el abogado defensor, el forense, los miembros del pelotón y el fusilado se perdieron en el polvoriento terraplén camagüeyano seguidos por las miradas de los reclutas aún formados.