viernes, 14 de octubre de 2022

Caraballo cayo en un pozo, las historias se hizieron agua

 Autor: Andrés González

Nada tan temerario en un Caraballo exento de peligros como ponerse de puntillas, ponerle el pecho al brocal, asomar la cabeza y mirarse reflejado abajo en el espejo redondo y quieto con el cielo azul de telón de fondo partido en dos mitades por el palo de la rondana.

Del agua en cubo de pozo abierto, al agua embotellada en pomos de cristal en camión a domicilio, creo que lo vi todo. Recuerdo al negro Jovito como primero, con destreza movía el fondo del cubo con la soga logrando abrir un poco la nata de polvo y hojas; entonces a dos manos lo subía bamboleando chocando de pared a pared,dando brazadas y pujidos mezclados con el chirrido de la rondana, el sonido del agua escapándose por el rebose y los tirones haciendo eco al caer y chocar con el fondo.

De los pozos cerrados con bombas manuales aún se siguió diciendo “halar” el agua rutina diaria para mi con cubito de 8 litros y tinaja en la cocina, o para mi vecino Tito Tavares cambiando de brazos en su bomba manual hasta que el tanque se botara. A veces era un trabajo, lo hacia Mery el de Tila, tenia un contrato con Santo Alonso y le llenaba el tanque elevado en su casa, otras veces me cuentan que fue una “pena mínima, halar y llenar el tanque del Cuartel de la Guardia Rural del Vedado por varios dias que imponía el cabo José Castañeda a algún transgresor de la ley”.

Un intento de que el agua mejorara en pureza lo vi en una tinaja con filtro que donaron a la escuela Miguel Mateo, aunque al parecer las conserjes Tertulina y Alicia Ancheta tanto para la sorbetera de helado de los días de fiesta o para trapear las aulas, los maestros capitalinos y todos los demás pupilos sofocados de las carreras del recreo, siguieron tomando agua del pozo a mano limpia o sucia que estaba al lado del Eucalipto y a metros de las letrinas.

La llegada de el acueducto con una pila en cada portal trajo el agua de Bainoa, aunque siempre Serafin Travieso el juez “el hijo del brujito”, desconfiado, prefirió buscarla de la propia turbina en su cuidado automóvil.

Por último hago una mención a Osvaldo “el pocero “, con poderes para detectar el mejor lugar para perforar y encontrar manantiales, con su sombrerito, su maletín de herramientas, su prominente nuez de Adán, su voz grave y sus orejas pequeñas y adelantadas ….. saludos para sus hijos, siempre en mis cumpleaños.

Me fascina acordarme de Mi Pueblo.






domingo, 21 de agosto de 2022

Pablo hizo temblar a la injusticia

 Autor: Andrés González

Le debía esto a mi tío Pupi que en paz descanse, es el de la fotografía vestido con uniforme militar verde olivo, reclutado en el primer llamado del Servicio Militar Obligatorio, parece que posa orgulloso  bajo el sol de Marianao en el patio del solar donde creció, pero no, desde el primer día que entró en una unidad militar, su rebeldía y desobediencia sus fugas y capturas fueron siempre la causa de sus prisiones y castigos durante esos tres años.

Fue enviado a las mazmorras del Morro de la Habana, a campamentos (UMAP) de trabajo a Camagüey junto a otros jóvenes que al igual que el no aceptaron las imposiciones,el rigor militar y las arbitrariedades del régimen cubano en los años sesentas. De ahí viene este relato, él lo compartía con mi hermano menor y recientemente antes de morir le pedí que me lo relatara de nuevo, confronté y encontré reseñas del suceso en páginas del internet lo que refuerza para mí la veracidad de sus palabras que trataré de dejar aquí tal y como me lo contaba.

El juicio militar se había fijado para la mañana del domingo, la orientación dada fue que todo el batallón de reclusos militares del SMO debían estar uniformados, limpios (nada de ropa  sudada con tizne de cañaveral quemado ) y formados en espera de la comitiva que venía del Estado Mayor.Ya formados por escuadras vieron la caravana acercarse al campamento; los siguieron con la mirada por el reverberante terraplén franqueado de cañaverales a través de los postes de cemento y las alambradas de púas que rodeaban las barracas, la cocina, el comedor y las letrinas. Dos vehículos ligeros y un camión pesado cubierto con lona arrastrando una nube de polvo rojo que los siguió a través de la garita de entrada. De los jeeps rusos bajaron varios oficiales con carpetas y maletines y un oficial de bata blanca, al que los otros al hablarle se le dirigían como “forense”, de la parte posterior del camión saltaron 6 uniformados con armas largas. Al joven Pablo González Torriente de 17 años de edad, los seis, lo fueron a buscar a la cárcel del campamento, allí había estado encerrado desde el día que en un campo de caña decidió darle otro uso a su afilado machete y casi mata a un carcelero del campamento de apellido Mora, aparentemente hubo una discusión previa; Pablo era negro y de la religión afrocubana Yoruba (Avacua), Mora el carcelero era reconocido por su mal trato a los reclusos. El juicio fue breve, la condena fue fusilamiento, a la dos de la tarde de ese mismo domingo, mientras preparaban la ejecución bajaron del camión cubierto un ataúd, entonces montaron al condenado y lo llevaron fuera del campamento. Cuando regresaron toda la tropa de reclutas estaba formada en la plaza central, a Pablo lo bajaron del camión ya con las muñecas atadas a la espalda , le habían cambiado el uniforme nuevo, quitado las botas rusas y vestía los pantalones raídos de cortar caña y un camisa tiznada, no llevaba calzado, lo llevaron frente a una mata de mangos, uno de los hombres intentó cubrirle los ojos con un pañuelo pero el muchacho se negó, 5 hombres del pelotón de fusilamiento se pararon frente a él, el sexto dio las órdenes……….

El estruendo y las llamaradas de las bocas de los fusiles rompieron el silencio, el cuerpo de el joven se levantó una cuarta del suelo y se proyectó con fuerza contra el  tronco del árbol, aún contorsionándose pintando las raíces con su sangre roja brillante y entre estertores el jefe del pelotón sacó su pistola para darle el tiro de gracia, dice mi tío que el hombre se veía nervioso y le temblaba la mano tanto que cuando apretó el gatillo la bala en vez de penetrar el cráneo le entró por un pómulo, terminada la ejecución el forense se acercó al cadáver, asintió con la cabeza y se fue cabizbajo, los soldados buscaron el ataúd, con precaución para no salpicarse de sangre pusieron el cuerpo en su interior y después de montarlo en el camión, los jueces, el abogado defensor, el forense, los miembros del pelotón y el fusilado se perdieron en el polvoriento terraplén camagüeyano seguidos por las miradas de los reclutas aún formados.